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Crítica: "El Hombre Invisible" de Leigh Whanell

  • Foto del escritor: Luis Javier Sanchez Gomez
    Luis Javier Sanchez Gomez
  • 11 mar 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 15 jul 2021


Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 11 de marzo de 2020

¿Acaso alguien recuerda a Richard Kelly? Por aquella temporada de inicios de la década del 2000, ese nombre se encontraba en boca de todos los fanáticos del cine de culto debido a su todavía popular título “Donnie Darko” (2001), película que ha llegado a ser esencial en muchas listas de obras obligatorias por ver para el cinéfilo moderno. Kelly no recibía nada más que elogios y promesas de una extraordinaria filmografía por desarrollar. Sin embargo, al llegar el estreno de su segunda película, “Southland Tales” (2006), el autor en potencia perdió toda la atención debido a la mixta recepción, por parte de la crítica y el público en general, al no mantener el nivel de calidad que proporcionó con su ópera prima.


Lo anterior pone en evidencia una famosa frase entre realizadores del medio, la cual dice ‘el mayor reto de un director es hacer su segunda película'; dicho que, ahora mas que nunca, resuena debido al auge del cine independiente y la facilidad de distribución cinematográfica por medio del internet. Existen infinidad de nuevos directores que llegan a abarcar popularidad y ovación crítica con sus operas primas pero que al momento de proporcionar el siguiente título, como en el caso de Kelly, no logran aterrizar con solidez sus propuestas como futuros autores.


Tal problemática se temía con Leigh Whanell tras el excelente trabajo reflejado en “Upgrade: Maquina Asesina” (2018), película que, aun teniendo un sorprendente despliegue técnico y estético, carecía de un guion y concepto sólido o innovador. En éste año, Whanell presenta su segundo film, “El Hombre Invisible”, que no solo logra llegar a los talones de su ópera prima, demuestra un claro crecimiento creativo del director.


Haciendo una reinterpretación de la clásica de los años treinta, “El Hombre Invisible” narra la historia de Cecilia, puesta en escena por Elisabeth Moss, una mujer que literalmente escapa de una relación abusiva. Con el pasar de los días, Cecilia comienza a presenciar situaciones que le hacen concluir que alguien está acechándola a todo momento; que su ex pareja, un reconocido científico en el terreno de la óptica, encontró la manera de volverse invisible y lo aprovecha para acosarla y hacerle daño físico y mental.


Cabe destacar que la película no pierde tiempo en demostrar las cualidades que dan forma a la obra en su totalidad. Desde la primera escena, Whanell logra un firme aterrizaje del tono y ritmo de la historia; un relato de suspenso y horror poco explosivo con una lenta, calculada y efectiva sensación de ansiedad y paranoia, logrado gracias al énfasis puesto en el diseño y mezcla de sonido acompañados por tomas abiertas que dejan grandes espacios muertos de imagen en la fotografía, además de una sorprendente presentación del trabajo en los efectos especiales durante escenas clave a lo largo de la trama.


De ésta forma, el espectador, no puede evitar sentir el estrés de su protagonista ya que, aunque la obra comparte ciertas características del horror en el cine convencional, no llega a perturbarse con intensas escenas de violencia gráfica o temer a lo que puede haber detrás de la obscuridad, le asusta lo que con certeza sabe que está allí y pero no puede ver y que en cualquier instancia puede mostrar los dientes con terribles y mortales consecuencias.


Cabe añadir que dichos elementos técnicos no son solo los perpetradores de una efectiva narración de horror, funcionan de igual manera como herramientas para complementar las ideas conceptuales que Whanell pretende construir, las cuales presentan las dinámicas emocionales presenciadas entre la victima y el victimario de una relación abusiva. Cecilia está en constante búsqueda de escapar de esa traumática experiencia, lidiando con indicios de estrés post traumático y una inherente frustración por la vulnerabilidad emocional en la que su ex pareja la ha puesto. Elisabeth Moss se encarga de ponerle rostro a ésta víctima de maltrato y acoso con su excelente trabajo de actuación y gracias a ello el público empatiza sin problema con la temática. Por el otro lado, el victimario no es desarrollado dramáticamente, se presenta como un monstruo manipulador a través la propuesta visual, no tiene rostro ni justificación, es tan solo un ente tóxico dedicado a nada mejor que hacer la vida de Cecilia miserable.


Es así como Whanell expone una problemática moderna con gran discreción y efectividad sin llegar a tener un momento de predicación moral tosco. Tan solo se limita mostrar la tortura emocional que implica lidiar con una relación de esa naturaleza y lo logra con tal magnitud que el espectador llega a sentirse frustrado; furioso con las injusticias presenciadas en pantalla, en un ejercicio de 'exponer sin decir' soberbio.


Esto último demuestra el crecimiento de Whanell como narrador y constructor de discursos cinematográficos, cualidad que claramente carecía en su obra anterior. Se hace notar por parte del director que, aunque “Upgrade…” fue un excelente film, supo que tenía aspectos que mejorar y demuestra el pulir de sus talentos técnicos, narrativos y conceptuales en “El Hombre Invisible”; que no solo proporciona una película de suspenso altamente entretenida, logra solidificar a su autor con la promesa de una entretenida e impecable filmografía futura.

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