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Crítica: "Guasón" de Todd Phillips

  • Foto del escritor: Luis Javier Sanchez Gomez
    Luis Javier Sanchez Gomez
  • 9 oct 2019
  • 5 Min. de lectura

A lo largo de los años, se ha hablado constantemente de la evolución que ha tenido el superhéroe en el cine; de cómo ha pasado de ser una mera pieza de entretenimiento comercial a transformarse en titán de construcción narrativa y maravillosa ejecución técnica en sus escenas de acción. No solo ello, de igual manera se ha discutido la perspectiva que se tiene con respecto a su relevancia como legítimas y reconocidas piezas cinematográficas, siendo galardonadas en ceremonias como Los Premios De La Academia o Los Globos De Oro, por mencionar algunas.


Sin embargo, en ésta columna, no se discute de un aspecto que se ha estado incluyendo en el género de un tiempo a la fecha, siendo este el uso de su popularidad para hacer conciencia con respecto a problemáticas sociales actuales. Hasta el momento, las temáticas que se han querido poner sobre la mesa, en el cine de superhéroes, son el empoderamiento femenino en la sociedad dominada por una cultura machista, como visto en “Mujer Maravilla” (2017) y “Capitana Marvel” (2019), y el conflicto de ideología racial y clasista que se vive actualmente en Estados Unidos, como visto en la premiada “Pantera Negra” (2018). Aun así, a pesar de sus buenas intenciones, y debido a que se tratan de productos con una fuerte inclinación hacia el éxito taquillero, la ejecución de dichas temáticas se ha mantenido en un nivel superficial, teniendo como prioridad el entretenimiento del público y no un debate sociológico genuino. A pesar de ello, se ha mantenido un interés por el potencial que el género pueda tener con respecto al tratamiento de relevantes temas sociológicos. Dicho interés es recompensado con el estreno de “Guasón”, a manos de Todd Phillips, que resulta ser la primera película del género en irse a toda máquina como cuidadoso y calculado ensayo cinematográfico.


La trama sigue el día a día de Arthur Fleck, interpretado por Joaquin Phoenix, un comediante que, tras perder su empleo, se encamina en un descenso hacia la locura, debido a la perspectiva que se va forjando de su entorno social inmediato y como es tratado debido a su enfermedad mental.


Con dicha premisa, se hace claro que la película no busca las explosivas emociones de sus contemporáneos. En lugar de presentar un espectáculo lleno efectos especiales e intensas escenas de acción, el atractivo principal resulta ser el estudio de personaje de Arthur, planteando así que se trata de un film de naturaleza meramente analítica. De igual manera, dicha propuesta es complementada por el lento ritmo narrativo, la depresiva atmósfera creada a través de los colores pálidos presentados en la fotografía y la intensamente dramática pero minimalista banda sonora. Así, la película se aleja por mucho de elementos fantásticos y de ciencia ficción del género, manteniendo un relativo grado de creíble realismo escena tras escena.


Cabe destacar que una pieza importante del estudio de personaje de Arthur es la interpretación a manos de Phoenix; el reconocido actor logra moldear al protagonista y darle la naturaleza compleja que el papel exige en pantalla. Uno no puede evitar sorprenderse por la intensidad de los matices emocionales presentados tan solo en las expresiones faciales de Phoenix, complementados por el aspecto físico y el lenguaje corporal del personaje. La primera escena, donde se presenta a Arthur aplicándose maquillaje de payaso para trabajar, es un fuerte ejemplo de ello y una perfecta carta de presentación para lo que se espera del personaje a lo largo de la trama.


Sin embargo, si se tiene que señalar un aspecto de la obra que destaque sobre cualquier otro, sin duda alguna es la construcción conceptual incluida en el trabajo escrito que, además de proporcionar una sólida evolución de personaje que mantiene el interés del público, entreteje con demasiado cuidado una densa exploración pesimista y satírica de la sociedad contemporánea.


Desde la perspectiva de Arthur, el espectador se vuelve testigo de un análisis de la gente a su alrededor, tanto de sus compañeros de trabajo, figuras del entretenimiento que se apoderan de la televisión y personalidades políticas; todos ellos moviéndose alrededor de un omnipresente conflicto de clases sociales en el que se marca una clara dualidad ética y moral, convirtiéndolos en personajes cuestionables y poco empáticos. Parte de ello se vuelve una pieza esencial de la locura de Arthur, donde la frustración y el resentimiento social lo llevan a explotar en contra de aquellos ciudadanos que cree, en propias palabras del protagonista, tener que dar lo que se merecen.


Sin embargo, aunque lo mencionado es un fuerte elemento de la trama, tan solo es una vía para llegar a un discurso más concreto, que va más allá que el solo retratar una sociedad moralmente sucia. Dicho concepto se centra en la perspectiva y, hasta cierto punto, discriminación general que se les tienen a los pacientes de enfermedades mentales; el cómo en lugar de ayudarles se les relega e incluso, indirectamente, se les fomenta al empeoramiento de su enfermedad.


A lo largo de todo el film, Arthur se encuentra encerrado en un mundo donde le cuesta trabajo seguir el ritmo de vida debido a su condición. A pesar de ello, sus conocidos y terceras personas, hasta cierto punto, le exigen seguir adelante como si su enfermedad no existiera, aplicando una fuerte presión que solo añade frustración al carácter de Arthur, al no alcanzar la estabilidad emocional que tanto se le reclama; la gente a su alrededor lo enajena, lo relega demostrando poca importancia y mínimo esfuerzo de comprensión aun cuando Arthur literalmente pide a gritos alguna señal de empatía, entendimiento y cariño, sentimientos que incluso las personas sistemáticamente obligadas a darle tratamiento lo reducen a ser un trabajo más, sin ninguna señal de preocupación por darle seguimiento a su salud.


De igual manera, y en un tono irónico, la obra denota el papel que juega la industria del entretenimiento y los medios de comunicación al subestimar la temática, donde el enfermo mental tan solo es usado de manera condescendiente para la demanda de satisfacción morbosa por parte del público, al grado en que entre más violento y retorcido sea el individuo más resuena en la conciencia social. Ello visto en como la única señal de aceptación que recibe Arthur es en como un impulsivo acto de violencia en defensa propia es ovacionado por ciudadanos de clase baja y recibido gran cobertura mediática, por la única coincidencia de que sus víctimas resultaron empleados de una poderosa empresa. Incluso, la obra crea un reflejo inmediato de la problemática en el público sentado en la butaca ya que, al momento en el que los créditos comienzan a correr, solo se pueden tener dos reacciones al respecto: O se crea una reflexión profunda de los temas que se construyeron a lo largo de la trama o uno se limita a ver la perturbación emocional de Arthur como una herramienta de mero entretenimiento.


Y en ello radica la triste sátira de la película, en el cómo retrata que es más fácil transformar a las enfermedades mentales y sus portadores en íconos de la cultura popular y estandartes políticos en lugar de que se hable de alguna solución sustancial para el problema; y debido a la falta de seguimiento, interés y amplia subestimación por parte de la sociedad en general, tienden a tener resultados destructivos y trágicos, haciendo que todos los 'Arthurs' de hoy en día, que se esfuerzan a seguir el paso de la vida diaria, se conviertan en los 'Guasones' de la era moderna.


De ésta forma, se puede concluir que las intenciones detrás de “Guasón” no son para el entretenimiento inmediato del público, aun tratándose de un film de su categoría. Su naturaleza como pieza analítica pretende fomentar la reflexión de un aspecto social no hablado y evaluar la calidad moral del espectador para con las temáticas que maneja. Un discurso magistralmente redactado y ejecutado que demuestra el completo potencial que los films de superhéroes tienen para ser calificados como genuinas piezas de relevancia cinematográfica. Sin duda alguna, una las mejores películas del año.



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