Crítica: "Un Día Lluvioso En Nueva York" de Woody Allen
- Luis Javier Sanchez Gomez
- 4 dic 2019
- 4 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 4 de diciembre de 2019.
El periodo de 2010 ha sido un viaje lleno de altibajos para el excéntrico Woody Allen. Con títulos como “Medianoche En Paris” (2011), “Jazmín Azul” (2013) y “Magia A La Luz De La Luna” (2014), el director neoyorquino demostró ante el público que, a pesar de su edad, aun es capaz de proporcionar ideas conmovedoras y ampliamente originales merecedoras del reconocimiento de la crítica y sus fanáticos.
Sin embargo, éste galardonado ritmo creativo no pudo continuar su paso conforme se acercaba el final de la década. Con “Hombre Irracional” (2015) teniendo recepción mixta y tanto “Café Society” (2016) como “Wonder Wheel” (2017) siendo castigadas por la crítica, no quedó nada más que una decepcionante continuación a una impecable racha que comprometía al 2010 el ser uno de los mejores momentos creativos para el autor.
Aun así, con el final de éstos diez años a la vuelta de la esquina, el espectador cinéfilo mantenía una latente curiosidad por saber cual sería el punto final de Woody Allen para ésta etapa. ¿El autor lograría proporcionar un film que igualara a aquellas que abrieron la década o mantendría el mismo nivel de mala calidad con la que ha estado trabajando estos últimos cuatro años? Dicha incógnita se respondió éste fin de semana con el estreno de “Un Día Lluvioso En Nueva York”, película que contiene un concepto romántico y efectivamente conmovedor pero que no resalta del todo ante la extensa filmografía a la que pertenece.
La historia sigue a Gatsby, un erudito universitario adicto a las apuestas interpretado por Timothée Chalamet, y a su novia Ashleigh, una estudiante de comunicación interpretada por Elle Fanning. Debido a que Ashleigh logra agendar una entrevista con un reconocido director de cine para el periódico universitario, la pareja decide viajar a Nueva York para atender dicho compromiso y, de paso, disfrutar juntos de la gran manzana. Pero una vez que se separan para que la entrevista se lleve a cabo, cada uno se ve rodeado de una ola imparable de situaciones y coincidencias que amenazan con arruinar su fin de semana romántico. Depende de ellos retomar el control de las cosas y reencontrarse antes de que sea demasiado tarde.
Con dicha premisa se puede esperar una divertida comedia ligera apta para un rato de entretenimiento ameno, sin embargo “Un Día Lluvioso En Nueva York” termina por ser una pieza cinematográfica que, aunque cumple su objetivo de entretener, realmente deja mucho que desear para el calibre que la larga carrera del director conlleva, siendo el problema principal el que Woody Allen se muestra en ésta cinta atrapado dentro de su zona de confort.
Mientras las historia se despliega en pantalla, el director bombardea al público con los mismos chistes, referencias culturales y situaciones cómicas que se han visto centenares de veces desde los inicios de su carrera. Ideas que además de ser vistas una vez más, son ejecutadas con un preocupante descuido, reflejado principalmente por pequeñas instancias de diálogos pésimamente escritos y actuaciones tan vagas que recaen en lo superficial; la pareja protagonista de Fanning y Chalamet hacen todo lo posible por levantar la obra con su propuesta de comedia actoral pero son tan mal dirigidos que llegan a incomodar al espectador y sacarlo de la realidad cinematográfica que la película ofrece, terminando por ser talento malgastado ante las manos de Allen.
A pesar de ello, la película no es del todo una experiencia que castigarle al autor. Claro, dichos defectos son de tal presencia que pueden llegar a derrumbar la propuesta pero al final sus aptitudes resultan más fuertes y el film logra erguirse lo suficiente para llegar a conmover efectivamente al público.
Existen pequeños momentos de brillo y genialidad que forman un poderoso concepto a través de la duración de la película, uno que describe a un pequeño universo atrapado en la ciudad de Nueva York, lleno de situaciones y personajes, donde todo puede suceder en cualquier momento; un engranaje que mueve a una ciudad atrapada bajo la lluvia, transmisora de una eufórica energía romántica que no deja respirar y donde uno termina con el corazón abrumado por la belleza urbana de Nueva York, su gente y el millón de posibilidades que pueden suceder en el azar de su poder. Dicho aspecto logrado gracias a cierto número de escenas donde la convergencia entre el conmovedor y acertado uso de luz y color en la fotografía, a manos de Vittorio Storaro, la sofisticada selección musical en la banda sonora y, de cierta manera irónica, instantes de excelente diálogo escrito, logran ser piezas bien movidas para mero deleite estético; creando momentos memorables de entre los defectos que conlleva la obra.
Cabe añadir que el viaje que Allen ofrece en “Un Día Lluvioso En Nueva York” contiene cierto carácter que puede ser interpretado como un ensayo personal del autor. A través de algunas escenas donde Gatsby platica nostálgicamente con su amiga de la infancia Chan, interpretada por Selena Gómez, se le nota al autor una peculiar fijación con el pasado y su obsesión por ser joven una vez más, para transformar sus viejas pasiones en nuevas experiencias por vivir. Caminar otra vez por las calles de Nueva York y enamorarse de nueva cuenta mientras se encuentra entre el romántico escenario de la ciudad que siempre amó bajo la lluvia. Dicho factor no es algo que se pueda captar con tal facilidad para aquel que no está familiarizado con su trabajo, pero definitivamente para el cinéfilo que le ha seguido el paso a Allen durante sus últimos trabajos es algo que ha sospechado con el paso del tiempo y que logra confirmar y comprender una vez que los créditos del film comienzan a correr en pantalla.
A final de cuentas, “Un Día Lluvioso En Nueva York” puede resultar en una experiencia con emociones mixtas. Uno se llega a conmover con la genialidad del romance y la nostalgia mientras que, de igual forma, no puede ignorar los preocupantes descuidos creativos que el autor presenta en la obra. No será el mejor cierre pero definitivamente es un buen sabor de boca con el que Woody Allen termina el periodo de la década de 2010. Recomendable para un rato ameno de entretenimiento cinematográfico, nada más.
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