Crítica: "Pokémon: Detective Pikachu" de Rob Letterman
- Luis Javier Sanchez Gomez
- 18 may 2019
- 4 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 15 de mayo de 2019.
Hace algunos años en ésta columna, con el film de “Assassin’s Creed” (2016) en discusión, se había comentado sobre el cómo la adaptación de un videojuego a la pantalla grande era un proceso de producción de mayor complejidad. A diferencia de la literatura o el teatro, la industria de los videojuegos conlleva exigencias mercadológicas más fuertes y demandantes, los cuales se vuelven un elemento importante a considerar al momento de iniciar la traducción a lenguaje cinematográfico; es por ello que a través de los años, films basados en productos virtuales, han sido recibidos con gran escepticismo por parte de la crítica al denotar intenciones meramente comerciales sin ninguna pizca de propósito por cumplir los estándares artísticos de la cinematografía en el proceso creativo.
La titánica franquicia de Pokémon es un claro ejemplo de lo mencionado. Desde el estreno de “Pokémon: La Primera Película” (1998), seguida por “Pokémon 2000” (1999) y “Pokemon 3: El Hechizo De Los Unown” (2000), las cuales recibieron estreno en las salas de cine a nivel mundial y fueron producidos por el equipo creativo detrás de la famosa serie de animación japonesa, aun con el inminente éxito comercial que presentaron, fueron completamente destruidas por parte de la crítica en general. El impacto fue tal que las productoras tomaron la decisión de que todo estreno de la saga, posterior a ésta trilogía, se limitara a la distribución televisiva y funciones especiales para los fanáticos devotos.
Es por ello que el anuncio de la película “Pokémon: Detective Pikachu”, ésta vez como una co-producción entre Estados Unidos y Japón, resultara un anuncio preocupante más que optimista, debido a la incertidumbre de si sería un título ameno con méritos cinematográficos reconocibles o una promesa vacía que terminaría por ser otra obra añadida al extendido catálogo de films basados en videojuegos.
La película sigue la historia de Tim Goodman, interpretado por Justice Smith, un muchacho que, tras enterarse de que su ausente padre ha muerto en un accidente, se ve obligado a viajar a la ciudad testigo de su fallecimiento para resolver cualquier asunto pendiente que se haya dejado atrás. Después de encontrarse con la criatura llamada Pikachu, compañero de toda la vida de su padre, y atar cabos con ciertas situaciones peculiares, Tim sospecha que el accidente de su padre es más de lo que parece y, con la ayuda de Pikachu, se dispone a descubrir la verdad.
Con tal premisa, es claro que la película sigue los parámetros una clásica historia de misterio. Por ello, la estructura narrativa que la película ofrece se mueve de una manera lineal muy simple, factor que da un resultado más negativo que positivo. Si bien la sencillez de su historia demuestra un ritmo fluido y fácil de seguir para todo el público, resulta ser también el elemento que opaca la obra a gran escala. Los puntos de la trama que conllevan gran importancia son proporcionados de manera descuidada que hacen recaer al film dentro de un espectro de fácil predictibilidad, a su vez que muestra personajes arquetípicos y formuláicos, transformándose así en una historia genérica y poco emocionante que no tiene nada nuevo que ofrecer a la mesa.
Sin embargo, se hace notar que, desde el comienzo, la película conlleva varias intenciones para las cuales debe encontrar un equilibrio muy preciso, siendo el buscar la satisfacción equitativa entre el público en general y el fanático devoto de la franquicia la principal meta a cumplir. Y, hasta cierto grado, dicho propósito es cumplido de manera exitosa; se comprende que la elección de una historia lineal y poco elaborada es por la mera diversión del público no familiarizado con la famosa franquicia, para que la obra funcione como una efectiva pieza de entretenimiento cinematográfico perfecta para una tarde de domingo llena de comedia y misterio, donde el astuto diálogo escrito y divertidas interpretaciones son las vías que mueven todo hacia adelante. Es claro que se hace destacar la actuación de doblaje por parte de Ryan Reynolds, que da vida y gran carga de carisma a Pikachu, y la omnipresente experiencia que el director Rob Letterman tiene para proporcionar una película de ésta naturaleza, debido a su filmografía dedicada al público familiar, entre las cuales destacan “Monstruos Vs. Aliens” (2009) y “El Espantatiburones” (2004)
Pero si el film brilla y se distingue por algo es por el cómo sobrelleva la manera en la que satisface las exigencias de los fanáticos conocedores; a través de su despliegue técnico y estético, factores que levantan a la obra y la vuelven una experiencia memorable. Gracias a la fotografía y dirección de arte, la película denota una estética derivada del Neon-Punk, un movimiento artístico distinguido por colores fluorescentes y, como sugiere el nombre, gran uso de luces de neón, una decisión creativa que le da una identidad estética impactante. De igual forma se puede ovacionar la convergencia entre la acción viva del elenco y el excelente trabajo en los efectos especiales siendo algo que, aunque hoy en día no es nada sorprendente, logra dar vida sin esfuerzo alguno a la interacción entre los seres humanos y las criaturas ficticias, con sus creativos y enternecedores diseños, de manera similar a lo visto en la clásica “¿Quién Engañó A Roger Rabbit?” (1988) de Robert Zemeckis.
Es el despliegue de su simplicidad narrativa y la conexión que logra con su propuesta estética lo que mantiene a la película en un terreno sólido, a pesar de ser inmensamente subestimada durante los primero minutos. Resulta reconfortante el ver como la visión de los realizadores cinematográficos logran otorgar una experiencia de entretenimiento ameno y sincero, sin mayores pretensiones dramáticas ni desvíos creativos; suceso que no muchas veces se tiene la dicha de ver en la pantalla grande hoy en día.
Puede que “Pokémon: Detective Pikachu” no proporcione algo nuevo a la mesa pero la propuesta que maneja es una de las más sólidas que se ha visto en lo que va del año. Sin duda alguna, la primera película de calidad basada en una franquicia de videojuego y un ejemplo a seguir para futuros títulos de la misma naturaleza. Simplemente disfrutable.
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