Crítica: "Un Final Feliz" de Michael Haneke
- Luis Javier Sanchez Gomez
- 21 dic 2018
- 3 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 22 de agosto de 2018.
Es claro que una de las razones principales por las que el cine es consumido en masa alrededor del mundo es la búsqueda, por parte del espectador, de escapar un momento hacia el entretenimiento que la fantasía y la ficción ofrecen. Sin embargo, ¿qué sucede cuando la realidad misma se vuelve el centro de atención en una obra cinematográfica? El cine de arte contemporáneo ha manejado un género en especial en el que distintos autores logran retratar situaciones de carácter sociológico sin intención de distraer al espectador con destellos estéticos ni guiones poéticos, a éste se le etiqueta como realismo. Algunos ejemplos son los hermanos belgas Luc y Jean-Pierre Dardenne con su "Dos Días Una Noche" (2014) o el inglés Ken Loach con "Yo, Daniel Blake" (2016), pero si hablamos de éste estilo de cinematografía no se puede dejar de mencionar al director austriaco Michael Haneke.
A través de su filmografía, Haneke se ha distinguido principalmente por su exploración brutal sobre la fragilidad de la condición humana contemporánea, en un nivel psicoemocional y/o metafísica, y su más reciente producción "Un Final Feliz" no se separa del enfoque que ha hecho famoso a su trabajo.
En ésta ocasión, Haneke presenta e invita al espectador a una exhaustiva experiencia en el que la cotidianidad de una familia, de clase alta baja, se vuelve un estudio lleno de matices y complejidades emocionales que, a pesar de que en esencia no sucede mucho en cuestiones de acción, resultan desafiantes y difíciles de asimilar. Dicha familia está compuesta por una niña indiferente ante la depresión y eventual muerte de su madre, un hombre de familia que muestra su verdadera identidad a través de platicas eróticas en internet, una mujer empresaria que debe lidiar con sus complicaciones laborales y los episodios del adulto frustrado que es su hijo, y un hombre de la tercera edad en busca de alguien que le ayude en su deseado suicidio asistido.
En si, la representación de estos personajes y sus complejidades no se desenvuelven en pantalla como un drama cinematográfico convencional; Haneke, como acostumbra en la mayoría de sus obras, opta por un tratamiento frió y apreciativo en el que las escenas en pantalla son percibidas con gran credibilidad, posible gracias al lento ritmo de la narrativa, excelentes actuaciones por parte del elenco y diálogo de pulcra elocuencia y coloquialidad. Todo ello con un solo propósito, en que el film logre atribuir un tono de fragmento de vida y azar extraído de la realidad, teniendo como atracción principal el conflicto entre las perspectivas de cada uno de los personajes mencionados y el ver como su inhabilidad de comunicación y convivencia deterioran cada vez más la dinámica familiar, su espíritu individual y sus respectivas relaciones afectivas.
Sin embargo, el verdadero jugo del contenido que ofrece "Un Final Feliz" es la objetividad con la que se desenvuelven dichas situaciones y evidencia a una sociedad en la que, con la inevitable presencia de los medios de comunicación y la constante evolución de cultura de internet, solo existen reducidas y frustradas versiones de uno mismo; versiones incapaces de conectar emocionalmente de manera completa o sincera con otro individuo, donde conceptos benévolos como el amor, la bondad y la fraternidad se vuelven elementos artificiales usadas como herramientas para la aceptación e indulgencia de la comunidad contemporánea. Haneke presenta éste fenómeno psicoemocional en la pequeña escala de la familia burguesa protagonista, pero con un gran impacto deprimente en el que, de manera soberbia, borra la linea que separa a la ficción de la vida misma y le muestra al espectador la crudeza de a lo que se ha llegado en términos de calidad en las relaciones humanas. Una vez que el estudio social es captado y los créditos comienzan a correr, queda en el espectador una fría sensación de derrota y desesperanza que le hará cuestionar su propio carácter y explorar las similitudes que comparte con los personajes de la historia.
De forma directa y concreta, "Un Final Feliz" resulta ser una experiencia cinematográfica tan real e increíble que duele en el alma el ser presenciada. Sin duda alguna Haneke se mantiene en alto una vez más añadiendo otro título a su amplia filmografía de obras maestras. Imperdible para todo fanático del director austriaco y un reto para el cinéfilo en busca de algo distinto que ver en pantalla. Una tortuosa y, a la vez, gratificante película, de las mejores que el cine ha ofrecido en éste año.
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