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Crítica: "Prometo No Enamorarme" de Alejandro Sugich

  • Foto del escritor: Luis Javier Sanchez Gomez
    Luis Javier Sanchez Gomez
  • 21 dic 2018
  • 3 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 26 de julio de 2018.

No es de mucho misterio decir que el género romántico, a manos de las productoras mexicanas, se encuentran en un estancamiento creativo durante éstos últimos años; ello debido al constante reciclaje de historias, clichés y arquetipos típicos de la comedia romántica norteamericana. Como consecuencia, las audiencias nacionales reciben el estreno de una obra mexicana del género con grandes cantidades de escepticismo. Es por ello que los romances están en una constante búsqueda de nuevas historias y formas de contar sus historias, la filmografía de Manolo Caro siendo un claro ejemplo, ya que proporciona excelente equilibrio entre las bases del género y su propia firma cómica/estética. "Prometo No Enamorarme", al igual que sus contemporáneas, busca el reescribir los paradigmas e innovar el cine nacional con su presentación.


"Prometo No Enamorarme" cuenta un día en la vida de Luis y Julieta, una pareja de desconocidos que se encuentran en el lugar correcto al momento inapropiado. Julieta, chelista española interpretada por Natalia Valera, ha sido plantada por su esposo, un internacionalmente famoso compositor, que parece haberla dejado atrás por culpa de su carrera. Luis, músico de electrónica interpretado por Alfonso Dosal, toma las riendas de la situación e invita a Julieta a pasar la tarde con él y olvidar sus desdichas emocionales.


Como es de esperarse, la premisa del film sugiere el nacer de una hermosa relación entre Luis y Julieta, una aproximación narrativa que se ha visto miles de veces en la pantalla grande; sin embargo, y como se mencionó anteriormente, se nota una clara intención por parte de los realizadores en separarse del tratamiento formuláico del género romántico.


En lugar de explotar con euforia y energía cómica/dramática, la película presenta secuencias de larga duración en el que el diálogo escrito y la actuación del elenco son las encargadas de guiar la historia hacia adelante, evocando el estilo del director Richard Linklater y su famosa trilogía "Antes De..." (1995-2013). El desarrollo emocional y la construcción de la relación entre ellos se vuelve el atractivo principal. A ello se le añade el uso discreto pero complementario del diseño de audio para una exploración detallada del mar de sentimientos que suceden tras bambalinas de cada palabra que se menciona. Todo ello, y con un ritmo cuidadoso, redacta un discurso sobre las esporádicas e irracionales decisiones que uno toma, con respecto al amor y la felicidad, y como todo conlleva un riesgo emocional, una apuesta en el que uno puede salir ganado mucho o perdiendo todo.


En esencia, es una aproximación que logra captar la atención del espectador analítico y promete ser más que una simple obra romántica buscando su reconocimiento como una experiencia cinematográfica relevante, emocional y recordada por la simplicidad y ambición de su presentación.


Sin embargo, conforme se acerca el final, tal promesa no cumple las expectativas impuestas. Las complejidades emocionales poco a poco se van transformando hasta llegar una insatisfactoria conclusión. Esto se debe a que, poco a poco, se hace notar una desconfianza, por parte de la producción, en la lentitud y ambición del concepto inicial y opta por cambiar las complejidades emocionales por complacientes clichés y sentimentalismos melodramáticos con tal de poder vender la obra a un público juvenil masivo. Esto termina por poner a la película en un trágico purgatorio en el que ningún tipo de público es capaz de disfrutarla; se torna muy lenta para ser vendida al público moderno y muy débil conceptualmente para poder ser tomada en serio.


Con todo lo ya mencionado, “Prometo No Enamorarme”, aunque prometedora, no cumple las expectativas ni las promesas impuestas por parte de los realizadores en proporcionar una obra memorable y emocional que renueve y ponga en el buen camino al popular género romántico mexicano. Un triste caso para una historia con potencial de reconocimiento y relevancia cinematográfica.




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