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Crítica: "El Repostero De Berlín" de Ofir Raul Grazier

  • Foto del escritor: Luis Javier Sanchez Gomez
    Luis Javier Sanchez Gomez
  • 20 dic 2018
  • 3 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 26 de septiembre de 2018.

En un inmenso mar de películas de explosión visual e historias de ficción extravagante, existen ocasiones en las que surgen de entre las profundidades títulos con un enfoque sutil y discreto que buscan la concentración y análisis de los matices emocionales o temáticos que se presentan. Este tipo de cine dramático es comúnmente reconocido por la crítica, sin embargo existen ocasiones en las que éste tipo de presentación y sus derivadas intenciones no siempre funcionan; tal es el caso de la ópera prima, del director israelí Ofir Raul Graizer, "El Pastelero de Berlín", un film que ofrece mucho en papel pero queda corto en su presentación.


La película cuenta la historia de Thomas, un joven alemán que forma una relación con Oren, un hombre israelí casado que lo visita una vez al mes. Tras un accidente causante de la muerte de Oren, Thomas toma la decisión de dejarlo todo y viajar a Jerusalem para conocer a la susodicha esposa, Anat, dueña de una pequeña cafetería y perteneciente a una familia de estrictas costumbres judías. A través de su conviviencia y sus contínuas pláticas, ambos sobrellevan su respectivo duelo y crean una fructífera relación amistosa; mientras tanto, Thomas debe evitar que la verdad salga a la luz.


Con tal premisa, la película se concentra en un complejo estudio de personajes, al querer presentar distintos matices sentimentales y culturales en la amistad formada por Thomas y Anat. Sus muy marcadas distinciones, como sus creencias religiosas, forma de vida, cultura y, entre líneas, la relación que cada uno tenía con Oren, salen a la luz en cada escena y presentan cierto grado de complejidad emocional. Todo ello desplegado a través del diálogo escrito y las actuaciones por parte del elenco. Una propuesta discreta pero que llama demasiado la atención una vez que la historia muestra indicios de tomar forma.


Sin embargo, existen ciertos factores que transforman las ambiciosas intenciones por parte de los realizadores en una experiencia insípida e incompleta. En primera instancia, la premisa de la historia contiene cierto grado de predictibilidad en el que el espectador puede deducir cual será el desenlace con mucho tiempo de anticipación. Claro está que no es razón suficiente para descartar un film por completo; existen ocasiones en las que la ejecución de sus elementos compensa éste tipo de detalles narrativos, pero el despliegue de "El Repostero De Berlín" no logra ser suficiente para lograr tal hazaña.


En sí, la película no construye algo tangible ni claro a lo largo de toda su duración. Es una colección de momentos casi inconexos que no transmiten de manera efectiva un desarrollo conceptual o narrativo sólido. Las distintas situaciones que se presentan solo suceden sin una dirección clara de que es lo que el film busca, tan solo se percibe la predictibilidad de su historia. Es hasta el final en el que se muestran intenciones discursivas sobre las complejidades emocionales que surgen alrededor de la soledad y la necesidad humana de conexión con la gente de su alrededor; de dejar huella a través de las relaciones sentimentales y ello fructifique una vida plena y amena.


Es un hermoso discurso que es desaprovechado en su totalidad y se siente forzado más que desarrollado. No solo ello, la película contiene dentro de su historia varias temáticas que tienen potencial de añadir cierto matiz sociológico al concepto central, como la sexualidad de Thomas, el choque cultural de sus personajes, la exploración de la ortodoxa comunidad judía, etc., que a final de cuentas no muestran un papel importante y solo son presentadas como sucesos ocasionales.


A final de cuentas, "El Repostero De Berlín" es uno de esos casos en los que la premisa invita a una experiencia analítica y de gran sutileza cinematográfica pero que, al momento de aclarar cuentas, queda corta y termina por dejar insatisfecho al espectador. Puede ser disfrutada hasta cierto punto gracias las interpretaciones del elenco, pero cuando ese es el único factor que se puede distinguir, la obra deja cierta insatisfacción al momento que los créditos comienzan a correr.


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