Crítica: "Yo, Tonya" de Craig Gillespie
- Luis Javier Sanchez Gomez
- 1 mar 2018
- 3 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 01 de marzo de 2018.
Parece ser que el cine de hoy en día está dividido en dos formas elementales de presentación; ya sea proporcionando un deleite visual al espectador con muy poca sustancia, como visto por ejemplo con el cine de superhéroes moderno, o viceversa, con la fuerte presencia del cine independiente y de culto. Existen muy pocos casos en el que los realizadores logran equilibrar de manera sólida todos los elementos, técnicos, narrativos o conceptuales, para proporcionar films que sean considerados de infalible calidad sin importar el ojo con el que se vea, ya sea de espectador casual o de crítico esnob.
Es por ello que el caso "Yo, Tonya" es uno excepcional ya que es una película que busca distintas intenciones de manera simultánea en su presentación y que, sin importar como la perciba el espectador, lo logra de manera magistral.
El film biográfico cuenta la temprana vida, logros profesionales y descenso a la infamia de Tonya Harding, la controversial figura de patinaje en hielo, ovacionada por su virtuosismo deportivo y castigada por su estilo de vida, así como el escándalo que la condenó a mediado de los noventas.
Con ésta premisa en mente, la película se decide en construir un perfil completo del personaje más que la historia en sí. Se explora de manera psico-emocional y socioeconómica a Tonya, a la gente que la rodea, apoya, castiga y, como desbordan los acontecimientos que suceden en pantalla. Se presenta a la atleta como una constante víctima; maltratada por su madre, golpeada por su pareja y discriminada por los jueces de su práctica. Sin embargo, aun cuando todo parece estar en su contra, Tonya, con una interpretación sorprendente por parte de Margot Robbie, resulta ser una víctima que nunca se rinde, no en un sentido que se levanta del suelo, más bien es una interesante figura agresiva que se niega a caer ante toda adversidad y golpea de vuelta, de manera literal.
Aunque la formulación y presentación de un perfil sea el enfoque principal del film, eso no deja que el desarrollo de la trama quede en un segundo plano. Contada a través de entrevistas dramatizadas de toda persona involucrada en el caso, la historia se despliega de una manera bastante dinámica; no se conforma con construirse de manera lineal, constantemente hace saltos en el tiempo hacia adelante, hacia atrás y hasta se detiene a hablarle al público, para así no dejar ni un cabo suelto de lo que está sucediendo y, a la vez, presentar de manera sólida a todos los personajes y sus fuertes complejidades emocionales. No solo ello, la convergencia entre ésta aproximación narrativa, el ritmo determinado por el trabajo de montaje y el agresivo diálogo cargado de dramatismo y humor negro, hacen que la película sea una experiencia enérgica, llena de adrenalina y suspenso, culpable de una montaña rusa de sensaciones simultaneas en el espectador con cada escena que sucede.
A todo lo anterior se le añade que, a lo largo del film, se construye un bien pensado discurso acerca de la relación entre la sociedad, los medios de comunicación y los riesgos que implican el ser una figura pública. Como se mencionaba antes, los personajes en ocasiones detienen la historia para hablarle al espectador y, en muchas de éstas situaciones, son para recordarle que las escenas del escándalo que acabó con la carrera de Harding ya se acercan, como acusando a uno de que esa es la única razón por la que se va a ver la película en primer lugar.
Es por ello, y el ver como Tonya es tratada una vez que el escándalo sucede, que la película forma en su totalidad el mensaje, que consiste en como el público en general y los medios están en constante búsqueda de desmembrar la vida personal de alguna figura pública por meras intenciones de entretenimiento. Tonya es constantemente acosada, golpeada y ultrajada por todo lo que cruza su camino y nosotros como espectadores no hacemos más que divertirnos con lo que sucede en pantalla, ignorando que se trata tan solo de una persona real tratando de vivir en paz consigo misma. Un contraste muy marcado que abre una fuerte reflexión y que pone al público en una vulnerabilidad ética difícil de digerir.
Gracias a su presentación de un sólido perfil biográfico, excelente despliegue narrativo y mensaje infaliblemente construido, "Yo, Tonya" se vuelve uno de esos casos en el que las piezas presentadas encajan unas con otras a la perfección, dejando al final, un rompecabezas hermoso e imperdible de presenciar, ya sea para el entretenimiento momentáneo, el análisis formal cinematográfico o una reflexión sociológica. Sin lugar a duda, se puede referir a ésta obra como la mejor película que 2017 tiene para ofrecer; una experiencia completa, maravillosa y digna de toda mención honorífica que se le haga.
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