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Crítica: “La Forma Del Agua” de Guillermo Del Toro

  • Foto del escritor: Luis Javier Sanchez Gomez
    Luis Javier Sanchez Gomez
  • 18 ene 2018
  • 3 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 17 de enero de 2018

Excluyendo la increíble imaginación presenciada en pantalla, existe un factor dentro de la filmografía de Guillermo del Toro que hace que cada una de sus entregas sea deleitosa de ver. En sus películas más populares, el director mexicano destaca al crear una convergencia estética y temática entre la realidad y la fantasía. En "El Laberinto Del Fauno" (2006) sorprende con la historia de una princesa perdida tratado de regresar a su reino mientras que en "El Espinazo Del Diablo" (2001) cuenta acerca del fantasma de un niño atrapado en un orfanato buscando venganza para su descanso eterno, ambas historias se desarrollan dentro del contexto de la guerra civil española; ésta estructura narrativa, además de la sorprendente propuesta visual de cada film, marca una firma clásica del director: la exposición de los horrores de ambos mundos desarrollados en pantalla, creando así, más que entretenimiento, experiencias cinematográficas únicas para el público en general.


Su más reciente film, "La Forma Del Agua", sigue fiel a la estructura ya mencionada, pero en lugar de mostrar terror y crudeza, como lo hace constantemente, Del Toro nos presenta una inusual pero increíblemente sincera historia de amor.


En ésta ocasión, el film se contextualiza en el EU de los años cincuenta, época de fuerte tensión internacional debido a la guerra fría y tiempo en el que la segregación estadounidense hacia la comunidad afroamericana seguía vigente en las leyes civiles. Mientras que varios personajes muestran éste lado oscuro de la sociedad, lleno de conflictos ideológicos y raciales, se cuenta la conmovedora historia de Elisa, una mujer muda que, durante su trabajo como conserje en un laboratorio gubernamental, conoce y desarrolla una relación con la criatura marina que sus directivos tienen en custodia. Al presenciar la crueldad con la que éste monstruo es tratado, Elisa busca, junto con sus amigos cercanos, la manera de liberarlo a costa de las consecuencias que ello conlleve.


Claro que al ser, prácticamente, una película de época, la producción en el está al corriente de todos los detalles necesarios; la dirección de arte y el diseño de vestuario resultan ser un goce de ver y terminan siendo piezas esenciales para el viaje en el tiempo que la película ofrece. A ello se le añade un excelente trabajo fotográfico y como resultado se tiene un film que atrapa a su público de manera instantánea en el departamento visual. Sin embargo, por más que el film brille en ésta propuesta, lo que termina por darle forma y solidez es la manera en la que la compleja temática es construida a través de su propuesta narrativa.


Además de Elisa, cada personaje presentado cuenta con su propio conflicto, ya sea moral, social o emocional. Se presenta a una mujer afroamericana de clase baja sobrellevando su complicada forma de vivir, a un homosexual rechazado por la sociedad, a un científico soviético en desacuerdo con las instrucciones de sus superiores y a un hombre de clase media-alta que, a pesar de su estabilidad socioeconómica, no encuentra la felicidad en sus bienes materiales.


Cada una de éstas personas funcionan como piezas, las cuales representan conceptos, sencillos de identificar pero extremadamente complejos de explicar, que construyen el rompecabezas abstracto que es el ser humano. Durante toda la película, se formulan preguntas como: ¿Cual es la solidez en la búsqueda del amor y la felicidad dentro de las relaciones emocionales? ¿Qué delimita de manera absoluta la cuestión de la sexualidad y su descubrimiento? ¿Qué es lo que define en su totalidad el concepto de mérito social? ¿Cuando se dibuja la línea formada por conflictos ideológicos para tratar a nuestros iguales como animales inferiores? Con éstas y más preguntas, Del Toro incluye, dentro de una hermosa y conmovedora historia de amor, un estudio psicosocial en el que, así como el agua en el título de la película, el comportamiento humano se convierte en ésta ironía física, el tratar de buscar una forma sólida a lo extremadamente amorfo, bello y complicado de explicar cuando se es puesto bajo el microscopio.


Con “La Forma Del Agua”, Guillermo Del Toro presenta una excelsa pieza cinematográfica dentro de su ya sorprendente filmografía; imperdible para todo público y merecedora de gran relevancia como una de las mejores películas de 2017, gracias a su equilibrio entre el entretenimiento cinematográfico y el bien pensado y formulado análisis reflexivo. Al demostrarse que siempre hay algo nuevo dentro de la imaginación de su creador, se estará expectante ante cualquier trabajo futuro que el director mexicano ofrezca.


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