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Crítica:“El Gran Showman” de Michael Gracey

  • Foto del escritor: Luis Javier Sanchez Gomez
    Luis Javier Sanchez Gomez
  • 17 ene 2018
  • 3 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 3 de enero de 2018

¿Qué hay en una película musical que atrapa efectivamente al espectador y no lo suelta hasta que ésta termine? Tal vez sea la composición musical, la escritura de sus versos, la complejidad de sus coreografías o el impacto visual que los acompaña; quizás sea la convergencia de todo lo mencionado. Sin embargo, de algo no hay duda, el musical es uno de los géneros más elogiados por el público cinéfilo de todos los tiempos. Basta con mencionar la época de oro durante los años cincuenta, el renacimiento de Disney durante los noventas y el cómo "La La Land" (2016) estaba en boca de todos hace casi un año para evidenciar el poder que tiene el género como pieza relevante de entretenimiento y arte cinematográfico.


Hoy en día, "El Gran Showman", que relata el nacimiento del concepto del circo a manos del empresario P.T. Barnum, es el nuevo y ambicioso éxito de taquilla que busca su reputación como el musical por excelencia de 2017 y, siendo su ópera prima, despegar la carrera del director Michael Gracey como autor cinematográfico.


En primera instancia, hay que mencionar que la película explota con energía e impacto desde que las imágenes comienzan a correr. Las piezas movidas por los realizadores resultan ser las correctas para transportar al público a un viaje lleno de fantasía eufórica; los constantes juegos de luces en el trabajo fotográfico, la creatividad puesta tanto en el diseño de vestuario como en la dirección de arte, las enérgicas coreografías y los versos que comunican constantemente que la vida está llena de maravilla y felicidad son los elementos que transmiten dicha sensación. A la vez, el talento musical con el que Hugh Jackman interpreta al personaje principal, brilla en pantalla y funciona perfectamente para llevar de la mano al espectador durante la experiencia cinematográfica que se ofrece.


Sin embargo, el caso de éste film resulta ser uno muy inusual, ya que el nivel de energía y maravilla visual, normalmente presenciado en el género, afecta directamente otros elementos de la obra.


En sí, cómo la prioridad principal del film es brindar un rato de alegría y entretenimiento, la explosión y el exceso de fantasía en "El Gran Showman" provoca que las complejidades emocionales que se llevan a cabo y el peso de las temáticas sociológicas que se maneja, como discriminación xenofóbica y conflictos raciales, sean percibidos como meras herramientas melodramáticas en lugar de ser discursos bien pensados y construidos.


Es claro que los mensajes que el film busca transmitir son de naturaleza positiva y relevante para la sociedad de hoy en día, uno siendo el trabajar por nuestros sueños hasta hacerlos realidad, mientras que otro menciona el dejar de ver las diferencias físicas o socioeconómicas de la gente y buscar la igualdad de dignidad humana en el prójimo. Sin embargo, la importancia de dichos mensajes se transforma en una pieza más de la fantasía ofrecida; no construida sino procesada, masticada y privada de toda sinceridad hasta ofrecer una exploración superficial de la complejidad que el conflicto central conlleva.


A fin de cuentas, “El Gran Showman” cumple su objetivo de proporcionar al público un ameno momento de entretenimiento cinematográfico. Pero al querer buscar su relevancia en la cultura popular como una pieza analítica y de importancia sociológica, recae como una película trivial y de extrema superficialidad. Un lamentable caso en el que el despegue es brillante pero el aterrizaje deja mucho que desear.


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