Crítica: "El Castillo De Cristal" de Destin Daniel Cretton
- Luis Javier Sanchez Gomez
- 1 dic 2017
- 3 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 29 de noviembre de 2017
Sin mucho preámbulo, "El Castillo De Cristal" es un ejemplo de la fórmula del género del drama familiar. Aquella en la que las películas, que generalmente desarrollan historias aptas para toda la familia, son construidas con la única intención de conmover a su audiencia por cualquier medio posible. Sin embargo aunque éste film, dirigido por el director de cine independiente Destin Daniel Cretton, sigue los limitantes del género, se vuelve un caso en el que la culminación de sus elementos toman una dirección emocional poderosa y efectiva.
Durante las primeras escenas, se hace notar el desarrollo temático que se lleva a cabo durante el resto de la película, el cual consiste en las dinámicas familiares entre padres e hijos, y las problemáticas emocionales causadas en un entorno de clase media baja estadounidense. Alrededor de ésta premisa se presenta la historia de Jeanette, interpretada por Brie Larson, una mujer que corta los lazos con su padre, Rex, interpretado por Woody Harrelson, un hombre alcohólico con innegable espontaneidad carismática e ideologías radicales. A lo largo del film se explora ésta relación durante varias étapas de la vida de Jeanette, la forma en la que fue criada durante su infancia, adolescencia y el inesperado reencuentro en su adultez.
Al tratarse de un drama familiar, la película busca que la historia se cuente por medio de dos elementos principales, el trabajo escrito y la actuación por parte del elenco; a través de ello, existe esfuerzo por pintar a ésta familia dentro de una atmósfera positiva y enérgica que, mientras se indaga más y más en el entorno en el que se desenvuelven, va deteriorándose hasta transformarse en una dinámica tóxica.
El film cumple en esencia tal propósito, sin embargo, la manera en la que los elementos son presentados son tales que, lamentablemente, se hace notar la inclinación, por parte de los realizadores, por el uso del impacto momentáneo y el melodrama en lugar de formar una construcción dramática. De ésta manera, la historia, o mejor dicho la compilación de anécdotas, se percibe hasta cierto punto con cierta artificialidad ya que busca manipular al espectador a través de sentimentalismos en lugar de desarrollar las complejidades emocionales que se están llevando a cabo.
A pesar de ello, conforme se acerca el final del film, la manera en la que los personajes principales, Jeanette y Rex, culminan la difícil relación que vivieron es tal que uno no puede evitar dejarse llevar por la manipulación emocional que la película desarrolla. Esto se resume en la metáfora que el título del film representa.
El susodicho castillo de cristal, dentro del contexto de la película, es un proyecto soñado por Rex; la construcción de un hogar con intención de darle solo lo mejor a sus hijos. Sin embargo, la lucha contra sus demonios internos, como el alcohol, los juegos de azar y el trauma causado por su agresiva infancia, además de su inusual forma de educación, le torna difícil el poder proporcionar dicho hogar, quedando reducido, literalmente, en un montón de basura y escombro. Este reconocimiento de derrota hace que, la ya mencionada relación problemática, cambie por completo con una melancólica perspectiva, conmoviendo de manera efectiva al espectador.
Aunque ésta vuelta de hoja sigue la propuesta de manipulación sentimentalista y llega de manera predecible, su poder, gracias la actuación del elenco, logra transmitir un claro mensaje que habla de cómo el amor que conlleva el entorno familiar, a pesar de los fuertes conflictos y problemas, es único y una fuerte razón para seguir adelante; el notable factor que hace valer la pena el presenciar el film.
Más que ser una experiencia recomendable, "El Catillo De Cristal" es una pieza que cumple su objetivo por conmover, pero la débil y simple construcción de dicha propuesta emocional es tal que la categoriza como una sencilla película entretenida que no invita a ser vista por segunda vez. Uno llega, se emociona y se olvida al dar el paso fuera de la sala de cine.
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