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Crítica: "¡Madre!" de Darren Aronofsky

  • Foto del escritor: Luis Javier Sanchez Gomez
    Luis Javier Sanchez Gomez
  • 28 sept 2017
  • 3 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 27 de septiembre de 2017

Antes que nada hay que preguntarse: ¿cual es elemento esencial que le da sentido al cine? Detrás de las risas, los llantos, los sustos y el sinfín de entretenimiento que el séptimo arte provee, la importancia de la pantalla es el de la comunicación. Es la transmisión de ideas, mensajes, emociones y conceptos lo que da forma y vuelve al cine toda una experiencia por presenciar. Claro que, debido a que existen distintas técnicas de comunicación en el medio, el cine habla de distintas formas a cada individuo, fomentando así múltiples opiniones e interpretaciones de una sola pieza. Tomando ello en cuenta y llevados de la mano por reconocido cineasta neoyorkino Darren Aronofsky, el caso de “¡Madre!” resulta uno muy peculiar ya que las capacidades comunicativas del cine son llevadas al extremo.


Aronofsky, con su corta pero reconocida filmografía, destaca entre el público de culto por proporcionar intensos dramas con estimulantes propuestas visuales, ya sea a través de complejo trabajo de montaje, como el visto en "Pi: Orden Del Caos" (1998) o "Réquiem Por Un Sueño" (2000), o con fuertes cargas semióticas, como en "El Cisne Negro" o "La Fuente De La Vida" (2006). "¡Madre!" no es la excepción en su destacable despliegue técnico y simbólico, sin embargo, no es un film como cualquiera que haya realizado con anterioridad.


La historia gira alrededor de una mujer, interpretada por Jennifer Lawrence, encargada de cuidar de su esposo, interpretado por Javier Bardem, mientrás él busca inspiración para escribir su siguiente obra literaria. Aislados de las comodidades urbanas dentro de una casa de campo, la rutina de la pareja se ve interrumpida por la llegada de inesperados y desconocidos visitantes. A través de éste conflicto, el espectador puede dar un vistazo a la calidad en la relación entre la pareja protagonista, como las decisiones tomadas por ambas partes afectan el entorno y el estado emocional de cada uno.


Claro está que la presentación de los elementos visuales y narrativos en la película corresponde a un lenguaje similar al del género del thriller psicológico. Viendo la historia a través de los ojos del personaje de Lawrence y su clara incomodidad por la situación, contrastando con la irregular tranquilidad y liviandad del personaje de Bardem, el espectador comienza a percibir que hay algo oscuro y tétrico detrás de estas visitas; se crea un efectivo suspenso y sensación de paranoia en el cual el público fácilmente empatiza con la protagonista, comienza a buscar las respuestas a varias preguntas que ella quiere responder en pantalla: ¿quiénes son éstos invasores, cual es su objetivo y cuál es la relación con su esposo?


Sin embargo, a poco más de la mitad de la película, éste lenguaje es eventualmente dejado a lado y el film comienza a salirse de control adoptando un despliegue técnico y visual semejante a lo visto en el surrealismo. Dentro de la historia, las líneas entre la lógica narrativa y la carga semiótica son borradas y lo que se presencia en pantalla es un despliegue caótico y violento de metáforas y simbolismos. Es en éste momento cinematográfico en el que se comprende cuales son las verdaderas intenciones del director.


No pretende vender un momento de entretenimiento, no trata de construir una idea concreta ni trasmitir un mensaje claro y preciso. Aronofsky sin duda alguna hace uso del cine como mera herramienta de expresión emocional/artística; el director nos hace presentación de su mente y corazón dentro del film que solo busca ser escuchado, como una carta escrita al viento por un individuo tratando de desahogar sus penas y pensamientos más oscuros sin esperar ser comprendido. Una experiencia cinematográfica tan intensa y personal, sin un significado concreto, en el que la percepción del espectador es la que da la forma y el sentido a todo el caos presentado. Como dice Bardem en uno de sus diálogos, refiriéndose a su obra literaria: "... le habla a todos de maneras tan distintas. ¡Es sorprendente!"


"¡Madre!", en sí, es un ejemplo destacable del cine como obra artística en su estado más puro. No es un film destinado a todo tipo de público ya que su aproximación surrealista la excluyen de ser una pieza de mero entretenimiento. Es una película merece ser estudiada y analizada, ya sea por sus logros técnicos o su despliegue semiótico; un film que necesita ser desmenuzada y que se abre a múltiples interpretaciones. Sin duda alguna, "¡Madre!" posiciona a Aronofsky como un gran artista cinematográfico en lugar de ser un mero cineasta de culto. Simplemente una experiencia cinematográfica poderosa que no se ha visto en años.


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