Crítica: "La La Land" de Damien Chazelle
- Luis Javier Sanchez Gomez
- 24 feb 2017
- 3 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 22 de febrero de 2017
Con el estreno en el Festival de Sundance de “Whiplash” (2014), Damien Chazelle tomó por sorpresa tanto a la crítica como al público en general. Su ópera prima lleno de intensidad y tensión, construido principalmente por el jazz de la banda sonora y el trabajo de montaje, posicionó al director estadounidense como uno de los nuevos talentos del cine moderno. Con “La La Land: Una Historia de Amor”, que es su segunda producción, Chazelle cumple con las expectativas creadas por “Whiplash” y a la vez cimienta su carrera como uno de los autores principales de la década.
Desde el momento en el que los créditos iniciales de “La La Land…” se presencian en pantalla, seguido por una colorida primera escena, queda claro de manera casi inmediata la premisa de lo que será el resto del film: Un tributo a la época de oro del cine musical hollywoodense. Este aspecto se mantiene gracias a la propuesta visual, mediante el trabajo fotográfico, los colores vivos de la dirección de arte y las elaboradas coreografías. A la vez, ésta experiencia construida visualmente es complementada por la energía y nostalgia transmitida a través de la banda sonora, que juega como pieza principal y titiritera de emociones del film.
Sin embargo, la propuesta y naturaleza referencial de “La La Land...” se debilita conforme la película avanza. Las escenas musicales van presentándose con menos frecuencia para dar lugar al desarrollo dramático de la historia. Llega un momento en el que estos dos aspectos luchan entre sí por la luz principal. Cabe destacar que, más que percibirse como un defecto, la disputa entre lo visual y lo narrativo funciona como un elemento que solidifica dos características esenciales: el perfil de los personajes y el discurso presentado entre líneas.
La pareja conformada por los personajes de Sebastian y Mia, interpretados por Ryan Goslin y Emma Stone, se encuentran y enamoran en una versión romantizada de Los Ángeles. A la vez que su amor crece mutuamente, ambos deben enfrentarse a los obstáculos que se les presentan para alcanzar sus respectivas metas, él queriendo llegar a ser un músico de jazz exitoso y ella buscando hacer su lugar en el cine como actriz protagónica. Al topar con pared en varios momentos de la trama, ambos recurren a la imaginación, tomando forma de escena musical, para escapar de su difícil situación.
Así como hay una dinámica entre la realidad y la fantasía de Mia y Sebastian, Chazelle pone sobre la mesa un discurso acerca de como la relación entre el cine hollywoodense y el público se ha moldeado a través de los años. Durante la época de oro del cine musical, el público tenía una sencillez marcada dentro de sus exigencias cinematográficas; la transmisión de emociones a través de la música y las coreografías era suficiente para la experiencia del espectador. Con cada década que pasaba, el musical poco a poco fue sustituido por otros géneros, como la ciencia ficción, el terror y el drama, ya que las complejidades narrativas y visuales comenzaron a ser prioridad para el cinéfilo contemporáneo, dejando así al factor fantástico en segundo plano.
En éste sentido, el director ofrece una visión romántica del género y a la vez busca hacer remembranza y transmitir en el espectador lo que significaba el cine musical para el público de aquel tiempo. “La La Land…” demuestra no solo ser un film lleno de guiños y referencias cinematográficas, sino también un exitoso y único viaje en el tiempo para experimentar la forma en la que el cine era vivido en los cincuentas a través de una historia moderna.
Es claro que durante ésta década el tributo al cine se ha presentado en una gran cantidad de películas, “Los Ocho Más Odiados” (2015) y “¡Salve, Cesar!” (2016) por ejemplo, pero ninguna ha logrado formar una experiencia como la que ofrece “La La Land”. Sin duda alguna un film inolvidable de 2016 que se tiene que presenciar por todo cinéfilo devoto.
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