Crítica: "El Demonio Neón" de Nicolas Winding Refn

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 5 de septiembre de 2016.

Existe una delgada línea entre el uso de la violencia como herramienta narrativa y su tratamiento como método de impacto. Muchos films que intentan equilibrar este factor recaen en uno de dos resultados: En el mejor de los casos, la ejecución de sus escenas son bien cuidadas y logran hacer que la sangre presentada tenga un valor estético y metafórico en la construcción discursiva de su respectiva película. En caso contrario, sucede que las imágenes perturbantes son tales que el shock provocado se percibe como algo de mal gusto y desvía completamente al público de la propuesta del director. En el “El Demonio Neón”, la décima película del actual rey del cine independiente, Nicolas Winding Refn, sucede una extraña mezcla de ambos casos.

Cabe destacar que en la filmografía de Refn existe una amplia inclusión de contenido violento, pero éste director danés lo ha ejecutado de tal forma que logra darle un valor estético y narrativo sorprendente, haciendo así, que sus películas sean experiencias únicas de ver en pantalla. “Drive: El Escape” (2011) y “Bronson” (2008) son claro ejemplos de ello. “El Demonio Neón” no se queda atrás ya que la ejecución de sus escenas, psicológicamente hostiles, es todo un deleite visual.

Imágenes excelentemente compuestas, acompañadas por la constante presencia de colores oscuros y neón, hacen que la fotografía destaque como una propuesta estética interesante. Al añadirle a ello la atmosférica y tétrica banda sonora de Cliff Martínez, la película se vuelve toda una experiencia cinematográfica ya que el contraste de ambos elementos logra transmitir un aire hermoso y a la vez terrorífico. El resultado de éste contraste, además de proporcionar escenas bellamente ejecutadas, encaja perfectamente con la construcción temática del film.

La dualidad del discurso cinematográfico de “El Demonio Neón” se presenta por medio de Jesse, una aspirante a modelo de dieciséis años, explorando y, a la vez, haciéndose su lugar en la industria. Ella, interpretada por Elle Fanning, se percibe como un ser puro y de belleza natural adentrándose en un mundo perverso y hostigante. Mientras el film avanza, la inocencia y humanidad de Jesse se ve poco a poco corrompida al darse cuenta de que su belleza física le da poder, haciendo así que su naturaleza se torne vanidosa y hostil ante la gente a su alrededor, y crea caos ante sus compañeras que, como lo mencionan constantemente, desean ser ella. Éste escenario da pie a la reflexión filosófica de dos temáticas en específico: La corrupción de la inocencia humana y la percepción de la belleza natural contra la belleza plástica. Ambos temas se vuelven algo jugoso que explorar a través de la película ya que se percibe y se disecciona a través de las metáforas presentadas constantemente a través de la imagen y el diálogo.

Sin embargo, como ya mencionaba, hay una delgada línea en el uso de impacto en el cine. Al acercarse el final, la atmósfera tétrica y hostil del film se torna extrema y violenta en muy poco tiempo. La composición estética y armoniosa es suplantada por la pretenciosa combinación de erotismo y sangre. Es claro que Refn tiene una propuesta semiótica en éste perverso cambio en el film que aporta cierto contenido al discurso, pero es tal el grado de su tratamiento que se percibe como algo que no encaja con la naturaleza estética de éste. De ser una película de hostilidad subjetiva pasa a ser un film de crueldad gráfica, tanto para sus personajes como para el espectador.

Dejando a lado ello, “El Demonio Neón” no es una película apta para todo público. En sí, la película no está hecha como una pieza de entretenimiento, más bien está realizada para ser percibida como una pieza artística y de importante relevancia cinematográfica. De no ser por el ya mencionado factor gráfico, ésta película de Refn sería una obra maestra, pero sin duda es una de las mejores películas de cine de autor de 2016.