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Crítica: "El Conjuro 2" de James Wan

  • Foto del escritor: Luis Javier Sanchez Gomez
    Luis Javier Sanchez Gomez
  • 14 jun 2016
  • 2 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 13 de Junio de 2016.

James Wan es uno de los directores de terror moderno más respetados en la industria. A diferencia de la mayoría de las películas del género, que buscan asustar con el uso de la imagen y el diseño de audio impactante, el trabajo de Wan se distingue por la explotación de los recursos técnicos, enfocándose principalmente en la fotografía y dirección de actores, para lograr la perturbación del espectador. Películas como “Juego Macabro” (2004) y “La Noche Del Demonio” (2010) son pruebas de ello ya que han pasado a ser films muy bien recibidos, tanto por la crítica como por el público en general. Pero si de admiración hacia este director hablamos, todo fanático cinematográfico está de acuerdo en que su obra maestra es “El Conjuro” (2013), película paranormal que ha llegado a tener estatus de clásica moderna.


Debido a su rotundo éxito, la pre-producción de “El Conjuro 2” comenzó a las pocas semanas del estreno de su predecesora. En esta segunda entrega, Wan regresa con su distintivo despliegue técnico. Manteniendo el contraste visual entre luz y oscuridad como tema central de su fotografía, acompañado por el uso de montaje y moderado diseño de audio, la película logra el cometido de asustar al espectador desde la primera escena. Mientras el film avanza, estas características evolucionan, al incluirse el uso de plano secuencia y animación en algunas escenas para explorar diferentes métodos del “factor miedo”.


Aunque James Wan construye y presenta las distintas escenas con una ejecución excelente, hay una desventaja que se debió tomar en cuenta al escribir el guión: el miedo no relata. ¿A qué me refiero con esto? El defecto principal del film es que, irónicamente, se enfoca demasiado en querer perturbar al público en lugar de construir una historia sólida. La mayoría de las escenas caen en la repetición innecesaria de los mismos recursos narrativos y, al presentarse una después de otra, resulta una experiencia cansada. Dicho de una manera sencilla, todavía no se digiere lo sucedido en la escena anterior cuando ya se le exige al espectador concentrarse en el nuevo susto. A la vez, no existe un momento para que el espectador respire y disfrute de la historia, de hecho ésta se presenta con un ritmo innecesariamente lento (cabe decir que la película tarda una hora para poder presentar a sus personajes y el conflicto que hay de por medio), así perdiéndose rápidamente la atención hacia la narrativa y enfocarse únicamente en el terror gráfico.


Este es un defecto que se presenta constantemente. Lo que es desconcertante es que, después de una gran filmografía, James Wan y su equipo hayan dado un paso atrás en su manera de contar cine de terror. Esta secuela no llega a los talones de sus películas anteriores y mucho menos a los de su predecesora. Lo que tenía potencial para estallar cinematográficamente solo dio humo.


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