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Crítica: "Desierto" de Jonás Cuarón

  • Foto del escritor: Luis Javier Sanchez Gomez
    Luis Javier Sanchez Gomez
  • 19 abr 2016
  • 2 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 18 de abril de 2016.

Cuando se escucha el apellido Cuarón, el fanático cinematográfico inmediatamente piensa en uno de los mejores directores de suspenso de la última década. Teniendo a titanes de la ciencia ficción como “Niños Del Hombre” (2006) y “Gravedad” (2013), era de esperarse que el público se mantuviera expectante ante su próximo proyecto. Esta vez, Alfonso Cuarón regresa como productor para la realización de la película “Desierto”, escrita y dirigida por su hijo, Jonás Cuarón.


Siguiendo los pasos de su padre, Jonás presenta una interesante historia de suspenso con un desarrollo coherente y lineal apta para ser vista por todo fanático del género. Aunque la fórmula de persecución estilo gato y ratón ha sido reciclada un sinfín de veces en la historia del cine, se nota que el film ofrece una nueva propuesta narrativa para su desarrollo. A través de la estética y el montaje el espectador se puede adentrar en los paisajes desérticos y sentir la tensión correcta para el contexto, en la cual un grupo de inmigrantes mexicanos que, al cruzar la frontera hacia EU, intenta escapar de las balas de un cazador estadounidense. Sin embargo, existe en la película un desequilibrio muy grande entre la trama y su desarrollo temático.


El principal detalle causante del problema radica en el guión. Los diálogos recitados se sienten con una naturaleza forzada y llegan al punto, incluso, de ser innecesarios debido a que la mayoría de estos le hacen saber al público que es lo que está sucediendo y que es lo que los personajes están pensando cuando la trama en sí ya aclara dichos puntos. A la vez, debido a lo reiterativo que es el diálogo, el film digiere la cuestión temática antes de que el público capte o interprete que es lo que se quiere comunicar.


Es claro que “Desierto” se aproxima a explorar la problemática del inmigrante mexicano, pero es lamentable ver que dentro de la trama no exista una construcción discursiva y, debido a esta carencia, trate de aparentar una profundidad sociológica del tema cuando en realidad ésta está ausente. Existe una famosa frase que dice: ‘Gracias película, por hacerme pensar lo que tengo que pensar’ y este dicho es aplicable a “Desierto” ya que el diálogo le hace saber al espectador cuáles son sus intenciones de manera explícita en lugar de dar pie una reflexión distinta.


A final de cuentas, no se puede desacreditar al film ya que sus capacidades técnicas desarrollan la historia y eso es lo que termina siendo el fuerte. Sin embargo, la falta de desarrollo discursivo y la carencia de una capacidad interpretativa hacen que “Desierto” valga la pena únicamente cuando se ve por primera vez. Es lo que sucede normalmente cuando un film fácil de ver cae en la pretensión de ir más allá de lo que puede ofrecer.



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