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Crítica: "Los Ocho Más Odiados" de Quentin Tarantino

  • Foto del escritor: Luis Javier Sanchez Gomez
    Luis Javier Sanchez Gomez
  • 15 mar 2016
  • 3 Min. de lectura

Primera vez publicado en Periódico El Mexicano el 14 de marzo de 2016.

Es peculiarmente satisfactorio el ser testigo de una obra cinematográfica que exprese la fascinación a lo que es la experiencia del cine o sus diferentes géneros. Uno como fanático del medio, no puede evitar el enamorarse de los pequeños tributos y cartas de amor que diferentes directores han expresado, de vez en cuando, hacia el mágico mundo del séptimo arte. Películas como “Los Ángeles Al Desnudo” (1997) que hace viajar al espectador al cine negro de los años cuarenta, o “El Artista” (2011), que ovaciona la época dorada del cine mudo, son claros ejemplos de este tipo de remembranza a momentos concretos en la historia del cine.


El caso de la octava película del famoso director de culto Quentin Tarantino, forma parte de estos pequeños tributos cinematográficos haciendo una excelente mezcla de varios géneros. Dejando a lado que se trata de su segunda oda al “spaguetti western”, el primero siendo “Django Sin Cadenas” (2012), la ejecución de “Los Ocho Más Odiados” contiene características peculiares del cine épico hollywoodense de los años sesenta. La extensa duración, la presencia de una obertura, la obvia mención de un interludio por parte del narrador o el desarrollo de la trama basado, en su mayoría, por el diálogo, son algunos de los aspectos que rememoran los detalles que formaban parte de la experiencia del cine en aquellos tiempos, eso sin mencionar los paisajes presentados dignos de una película de David Lean. A ello se le suma un thriller extremadamente tenso, con una premisa que podría haber sido creada por el maestro Alfred Hitchcock, con la característica labia y humor negro con el que todo fanático de Tarantino está familiarizado.


Además de estas características, uno de los fuertes de la película es la variedad colorida de sus personajes e interacción entre ellos. Cada uno, ya sea el carismático comandante negro Marquis Warren, el paranoico caza recompensas John Ruth o la insolente prisionera Daisy Domergue, sin importar quien esté recitando sus diálogos, aporta una personalidad adecuada y jugosa a la atmósfera tensa que presenta este thriller de western.


Sin embargo, aun tomando en cuenta los puntos ya mencionados, es importante comentar que, al hablar de “Los Ocho Más Odiados”, no se habla de una película perfecta. Existen factores que hacen que el film pierda fuerza, siendo el desequilibrio entre el aspecto gráfico y el narrativo el principal problema. Todo que sea fanático de Tarantino está familiarizado con el uso excesivo de sangre que incluyen sus películas. Pero, incluso en sus pasadas obras, la presentación de la violencia tenía tal ejecución estética que se vuelve parte importante del dinamismo narrativo. ¿Quién puede olvidar, por ejemplo, la increíble pelea entre La Novia y la banda de los 88 en “Kill Bill Vol. 1” (2003) o la memorable riña del bar subterráneo en “Bastardos Sin Gloria” (2009)? En el caso de “Los Ocho Más Odiados”, la violencia se ve excesiva para el ritmo lento, poco dinámico y preciso en el que se desarrolla la trama. Incluso su presentación es repentina y fuera de lugar, con excepción de una escena involucrando café envenenado. ¿Quiere Tarantino que mantengamos nuestra mente en la historia o enfoquemos nuestro interés en los efectos especiales que hacen del escenario, literalmente, un baño de sangre?


Incluso, cabe mencionar, que la labia y los personajes no compensan la carencia de una temática o contenido subjetivo concreto, no queda claro que es lo que el film busca comunicar. Hay diferentes monólogos que claramente intentan cubrir tal aspecto pero… ¿acaso busca un discurso acerca del concepto de justicia, se aproxima más a una crítica social sobre el poder o pretende concluir como un mensaje para derribar problemas raciales? No hay suficiente desarrollo de los diferentes monólogos dentro de la historia como para poder tomarlos en cuenta como herramientas discursivas, ya que cada una de ellas se sienten con una intención individualista, hacia sus respectivas escenas, más que una convergencia en su totalidad.


Contrastando los aspectos negativos con los positivos, se puede concluir que el objetivo principal de “Los Ocho Más Odiados” es meramente el entretenimiento. No es una película perfecta, claro está, pero tampoco se puede ignorar el hecho de que el suspenso, los personajes, la labia y la atmósfera del escenario mantienen al espectador al borde de su asiento y con ganas de seguir viendo. No será una película inteligente, pero si un tributo astuto y un film que se une a la lista de épicas hollywoodenses modernas dignas de verse.


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